“Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe” San Juan 3:30

Cuando tenemos un trabajo nuevo, o estamos haciendo un curso de algo que nos gusta, muchas veces tenemos cierta emoción porque estamos haciendo algo que realmente nos gusta, y llegamos y empezamos a sobresalir más que las personas que están a nuestro alrededor.  

Hay un dicho muy común: Toda escoba nueva barre bien. Por eso cuando viene alguien nuevo y empieza a realizar las cosas de una mejor manera que los otros que ya estaban en el lugar de trabajo , casi siempre empiezan a referir este dicho, y luego al pasar el tiempo, en la mayoría de los casos empiezan a ver a la persona bajar el ritmo de trabajo.

Curiosamente la persona que empezó haciendo un trabajo excelente, en el camino se encontró con personas que la felicitaron, y le adularon su trabajo; y al sentirse que le admiraban e importante en lo que hacía, esto la hizo sentirse confiada, tanto que por pensar que hacia las cosas mejor, no siguió con la pasión que le demostraba al inicio, y es allí donde se aplica el dicho “Toda escoba nueva barre bien”, no es que todas las personas comiencen muy bien algo y luego obligatoriamente no lo hagan tan bien.

Las personas cuando se sienten aduladas, se sienten muy confiadas, y en su vida empiezan a vivir creyendo que su presencia es algo imprescindible para los demás, pero así no funciona el reino de Dios, porque nuestro Padre nos dice que aquellos que se humillen serán enaltecidos, que los primeros serán los últimos y los últimos los primeros.

Es por esto que debemos aprender a vivir en la presencia de Dios, a quitar nuestra presencia, a menguar como lo dice el versículo pero solo para que el Espíritu Santo de Dios crezca en nosotros, para poder ver las maravillas de Dios en nuestras vidas, debemos humillarnos y sin importar lo que nos digan los demás, tener claro que no somos nada sin nuestro Dios, y que siempre podemos ser mejores, porque no debemos estar confiados ni dormirnos a mitad del camino, sino todo lo contrario estar más atentos a no caer en las tentaciones del diario vivir, y tener ese corazón dispuesto para aprender cada día cuales son los propósitos que Dios tiene preparados para nosotros.